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La educación que nos merecemos

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 10 dic 2013
  • 5 Min. de lectura

La educación debería ser la acción coherente, y deliberada, dirigida a la transmisión de conocimientos, a la creación de aptitudes, a la formación y perfeccionamiento de la persona, bajo todos sus aspectos y a lo largo de toda su vida; como fin y como medio del desarrollo.


Educar tiene que ser preparar para saber reaccionar ante lo desconocido, para “mañana”. Debe acondicionar para los cambios, hacer a las personas aptas para aceptarlos y beneficiarse de ellos, creando un estado de espíritu dinámico, inconformista y no conservador.


Hasta aquí lo que debería ser.


Se acaba de aprobar, el pasado 28/11/2013 y sin consenso, la LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa). Es la 7ª Ley de “Educación” tras la muerte de Franco. Reforma la LOE (Ley Orgánica de Educación), aprobada por el PSOE en 2006, que tampoco era un modelo de virtudes, ni mucho menos.


Quizás no sepamos percibir el dirigismo que está tomando la Educación, la forma en que nos hace/hará entrar en unos caminos difíciles de sortear, de cómo nos coarta la libertad de decisión. Los efectos perniciosos los padeceremos, y tendremos que remediarlos antes de que se produzcan. Habrá que desaprender, para tratar de volver a aprender bien.


Para este gobierno, y el partido que le sustenta (y más partidos, que no se atreven a manifestarse claramente) la calidad educativa se define en base a resultados. Y entienden por mejorar la calidad, organizar una competición.


Pero no nos equivoquemos, la competitividad beneficia a centros con alumnado de índice socioeconómico más alto, y alumnado con mejor situación socioeconómica. Así de claro, las investigaciones lo demuestran con rotundidad.


Por si esta discriminación negativa fuera poco, sus efectos son perversos: la competencia crea solitarios, no cultiva las relaciones sociales. Lo cual contribuye a la creación de un mundo de “supervivencia”; eliminando valores sociales que dan coherencia a una sociedad: cooperación y solidaridad.


No premia el esfuerzo, lo que sí se hace es clasificar por examen. Además, las calificaciones obtenidas (durante el curso) sólo son el 60%, pues el otro 40% es la nota del examen puntual (evaluado externamente), que se introduce con carácter general, en diferentes etapas. El método para educar es el control y la disciplina a través del miedo al examen.


Todo ello tiene como consecuencia inmediata la clasificación más temprana. Los itinerarios aparecen antes, son trayectorias muy cerradas, que excluyen posteriores cambios de opinión. Si había algún esfuerzo por aceptar, e integrar, la diversidad se acaba, o minimiza.


Para ahondar en la diferenciación se legitima la separación por sexos. Se establece que “no constituye discriminación la admisión de los alumnos o la organización de la enseñanza diferenciada por sexos”.


Despreciándose la importancia de la educación mixta para promover la igualdad de género. Porque es a través de la convivencia, como se enseña desde muy temprana edad a conocer, respetar y tratar igual la diferencia.


Como uno de los principales objetivos (de esta Reforma) es mejorar las calificaciones del Informe PISA, que prima las matemáticas y la comprensión lectora, se establece que:


  • Pierden peso las materias relacionadas con formación social perjudicando la educación integral.


  • Se reduce la formación humanística. Se suprime: Educación para la ciudadanía y Ética.


  • Se pretende eliminar las asignaturas más creativas: música, artes plásticas.


Como puntilla se consolida la presencia de la Religión (Católica, por supuesto), y su puntuación para la nota del curso. Adoctrinamiento a la antigua usanza.


También establece medidas complementarias para afianzar la desigualdad, como:


  • Difundir resultados de las evaluaciones, y establecer clasificaciones. Empujará a que los padres (y los alumnos) prefieran ir/elegir un centro de mayor clasificación.


  • Crear centros especializados, según currículum.


  • Se elimina la selectividad (como prueba de acceso a la Universidad), en beneficio de pruebas establecidas por cada universidad.


Sin duda la LOMCE apuesta por la desigualdad social.


Y para que estas medias puedan fructificar mejor, sin oposición interna en la escuela, se “rebaja” la democracia en los centros escolares. ¿Cómo? Instaurando la dictadura de la Administración, a través del director designado/impuesto, no elegido por el Centro (donde gobierna sin control). De la siguiente forma:


  • El Consejo Escolar pasa a ser consultivo y sus funciones decisorias se trasladan al Director. Se reduce el papel de los padres en la educación, minimizando su poder decisorio en la gestión del Centro.


  • En la Comisión de elección del Director la mayoría de los representantes del Centro pasa a ser minoría; ahora esa mayoría la tendrá la Administración Educativa.


La familia se convierte en “cliente” del “mercado” de la Enseñanza, pero no participa como actor ni en la elección del Director, ni en el Plan del Centro.


Tras un análisis concluiremos que la educación: potencia y legitima la división jerárquica del trabajo entre controladores y controlados; y la escolarización, en sí misma, es un proceso que ratifica la desigualdad entre las clases sociales.


¡No nos merecemos esta Educación!


La escuela tendrá que cambiar su papel actual, de fuente y dosificadora de información, para permitir satisfacer necesidades de mejora de la calidad de vida, en aspectos como: autoestima, motivación intrínseca, autorregulación, pensamiento crítico y creativo, trabajo colaborativo.


Ya que ha de tener un básico papel de ayudar a:


  • Comprender el mundo y al otro, para así comprenderse mejor uno mismo.


  • Convertirse en personas con una autodirección inteligente, que aprendan críticamente, capaces de adaptarse a situaciones problemáticas nuevas, aptas de cooperar eficazmente con los demás.


La educación ha de seguir siendo un derecho, bien de primera importancia, fuente de ventajas para los individuos.


Y se hace prioritario formar a personas íntegras, diestros para ver, analizar y comprender el mundo social y natural que les rodea, para que desarrollen un profundo sentido ético, y asuman el papel de sujetos activos. Que posibilite el surgimiento de una persona nueva, que experimente: seguridad, sentimiento de identidad y confianza, la alegría que causa dar y compartir.


Todo esto precisa una educación que, al reflejar las transformaciones (sociales, económicas), nos permita adaptarnos al cambio, incluso que contribuya a ello. La acción educativa debe permitir asumir de un modo crítico, reflexivo y progresivo el ejercicio de la libertad, de sus derechos y deberes individuales y sociales, en un clima de respeto hacia otras personas y posturas diferentes a la propia.


El aprendizaje ha de dejar de ser un proceso pasivo, para ser autodirigido y autointernalizado, centrado en los alumnos. Y pasar: de la enseñanza expositiva a la basada en la indagación/construcción, de una estructura competitiva a otra más cooperativa, de programas homogéneos a individualizados.


Por todo esto, hay que invitar al alumnado a trascender el presente con un proyecto futuro, a creer que toda idea soñada puede ser una idea posible, con una forma optimista de ver la vida.


Recuperemos el discurso educativo basado en la equidad y en la solidaridad. La enseñanza ha de ser un vehículo de conocimientos, modos de pensar y valores necesarios para la edificación de un mundo sostenible.


Y cabe esperar que contribuya a desarrollar la voluntad de vivir juntos. Pudiendo ayudar, a la sociedad, a tomar conciencia de sus propios problemas, contribuyendo en gran manera a la transformación y a la humanización de las sociedades.


¡Tenemos que hacerlo realidad!

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