Trabajo en la huerta…

Tengo, y me gustaría daros, algunas razones para animaros a realizar actividades en la huerta; ordenadlas según os parezca mejor.

Es una idónea manera de “concentrarse” en la naturaleza, de comprobar el cambio climático en la práctica, de sentirla, de comprender cómo se transforma. De entender la armonía de la naturaleza. De aspirar a comprender la interadaptación con el entorno.

Contribuye a entender el proceso de creación de un producto natural, ver crecer lo sembrado, contemplar el crecimiento.

Puede convertirse en un buen vehículo de transmisión del saber y experiencia de nuestros mayores, de la tradición y costumbres del laboreo agrícola. Reconociendo que hay tareas mejorables, por el avance que se ha producido en el conocimiento de la botánica, de la biología.

Es un recurso para el futuro, de adaptación al cambio que ha de venir, de motivación por la laboriosidad. Para autoconsumo familiar, para repartir e intercambiar los excedentes.

Una manera de vivir, de entender y sentir la vida. Por orgullo/tradición/respeto/costumbre personal de, al menos, conservar la naturaleza como la recibimos de nuestros antepasados. Pues se ha criado en ese ambiente y se ha “contagiado” de él. Por entretenerte en algo que te apasiona, porque se “pasa el tiempo” disfrutando.

Hay, seguro otras muchas, añade las que sepas o te digan tus amigos o familiares de “pueblo”, te sorprenderás.

El campo es una escuela de aprendizaje permanente, vivo, creativo, imaginativo. Sólo hay que lanzarse a ello y practicar.