La necesaria autoestima
- mentestudiosa
- 2 abr 2014
- 4 Min. de lectura
Recientemente he podido leer una obra de Luis Rojas Marcos, “La autoestima”. Con una sencilla y amena redacción te introduce en este tema tan central, que influye en prácticamente todo, clave para la personalidad.
En ocasiones, y esta es una de ellas, comparto al igual que otros autores de quienes he aprendido, la mayoría de las ideas que se exponen. Porque, a veces, cuando lo lees o escuchas, te das cuenta que eso mismo piensas tú…pero sin haber reflexionado antes para llegar a esa conclusión.
Nos ocurre que, aunque tengamos gran aptitud para analizarnos (de acuerdo a nuestras ideas o normas culturales), nos cuesta trabajo definirnos. Quizás es que la mayor parte de nuestra identidad es abstracta, al ser una representación mental que construimos de nosotros mismos; además, componentes de nuestro carácter están enterrados en el inconsciente.
Pero ¿qué es la autoestima?
Es la respuesta global y automática de aprecio/rechazo a uno mismo, y la suma de nuestros atributos y cualidades, que consideramos relevantes; y que debemos aprender a valorar y justipreciar.
Así que la cantidad y calidad de nuestra autoestima es algo íntimo, personal y subjetivo, pues construimos nuestro concepto de “yo” con distintos ingredientes. Y para que podamos valorarnos, hemos:
De ser conscientes de nosotros mismos, sentirnos como personas respecto a los demás.
Tener capacidad de introspección, lo cual nos permite identificar nuestras emociones, pensamientos, actos y consecuencias. Pero la introspección obsesiva y constante paraliza, dificulta la capacidad de decidir ; se acaba con la “naturalidad”.
La autoestima está relacionada en gran medida con el ADN, con los genes que ejercen su influencia a través de nuestra personalidad. Por este motivo, el concepto de uno mismo depende, en gran medida, de la opinión que sobre nosotros tienen, y en este orden: madre, padre y demás cuidadores. Nuestra autoevaluación se parece más a la percepción que tenemos de cómo los demás nos evalúan, que a la verdadera valoración que nos hacen.
El sentimiento de estar orgullosos de nosotros mismos suele incluir el sentido de competencia, de utilidad y de eficacia; nos estimula a relacionarnos con los demás. Aunque pueda degenerar en arrogancia o complejo de superioridad. Sin olvidar que el concepto de uno mismo está moldeado por los valores culturales de la sociedad en la que vivimos. Por ejemplo:
En Europa no está bien visto reconocer abiertamente que se es optimista y feliz, en EE.UU. está glorificado.
Está muy arraigado a la cultura occidental la competitividad.
Tenemos necesidad de mantener un nivel aceptable de autoestima, exhibiendo nuestros aspectos atractivos. Casi todos deseamos proyectar la imagen más aproximada a nuestro ideal. Así, un ingrediente primordial de la autoestima es la eficacia que le asignamos a las funciones ejecutivas con las que regulamos nuestros actos y controlamos nuestro programa de vida; por eso cada vez se glorifica más la eficacia personal.
Pero, otra parte importante de la valoración que nos hacemos viene impuesta por los estereotipos y calificativos que nos impone la sociedad (por el color de piel, la clase económica, el país, el atractivo físico, etc.).
En definitiva, la valoración de uno mismo también depende del equilibrio entre lo que creemos que somos y lo que nos gustaría ser. Por ello, cuanto menos realistas sean nuestros criterios más probabilidades de sentirnos defraudados.
Una autoestima saludable es la autovaloración positiva, fundamentada en rasgos sanos de la personalidad (capacidad de amar) y manifestada en actitudes éticas y conductas constructivas y socialmente provechosas. Como consecuencia, una opinión positiva de uno mismo nos ayuda a superar las adversidades, a sentirnos satisfechos con la vida en general.
Habitualmente se da la circunstancia que cuando juzgamos a otros, sin darnos cuenta, nos comparamos con ellos, y solemos situarnos por encima del resto promedio, tonificando nuestra confianza en nosotros mismos. Esta subjetividad da lugar a una opinión bastante sesgada de nosotros y de los demás, pero somos ciegos a nuestras distorsiones de la realidad.
Para mantener nuestro equilibrio mental y defender la autoestima:
Tendemos a creer que las cualidades que poseemos son más importantes y deseables que las que nos faltan.
Se distorsionan los hechos y, tratando de aliviar nuestra autoestima dañada por un suceso, nos imaginamos cómo nos hubiera gustado reaccionar.
Otra manera es relacionarnos exclusivamente con aquellos que tienen buena opinión de nosotros; buscando amistades que nos perciban como nos gusta hacerlo a nosotros mismos.
Utilizar moderadamente estas estrategias protectoras minimiza el estrés del día a día, facilitando el equilibrio emocional.
Así mismo, la extraversión es un rasgo muy ventajoso pues permite que, a través de las palabras, organicemos nuestros pensamientos, validemos los sentimientos y nos desahoguemos; pues se minimiza la posibilidad de que lo que nos abruma se hunda en el inconsciente. Hablar es bueno para la salud (mental y física), fortalece el sistema inmunológico y nos permite compartir nuestro mundo.
Claro que existe el lado oscuro de la autoestima: el narcisismo y la prepotencia.
Los narcisistas son egocéntricos, egoístas, con tendencia a vanagloriarse y a tratar con desprecio a los demás, son petulantes y engreídos, desdeñosos, incapaces de amar y/o de empatizar. La personalidad narcisista no es necesariamente causa de violencia, pero suelen ir parejas.
Deriva a la prepotencia, no dudan en utilizar el poder para subyugar y humillar. Presunta supremacía (moral o biológica) y de orgullo de estar siempre en posesión de la verdad.
Ya que resulta evidente que la sociedad occidental fomenta expectativas inalcanzables que, a veces, se transforman en ilusiones malignas. Y cuanto mayor sea la discrepancia entre nuestros modelos de perfección y la posibilidad de alcanzarlos, más difícil nos resultará mantener una opinión favorable de nosotros mismos.
Y démonos, de una vez ya, cuenta que los programas/libros de autoayuda/lecciones/alegatos de pensamiento positivo de nada servirán a quienes tienen baja la autoestima; es más, les perjudicarán. Pues sólo fortalecen a quienes la tienen alta.
Pero no olvidemos que hay fuentes de gratificación en la vida, como son:
las ocupaciones (responsabilidades, etc.); las mejores son las que nos plantean un desafío superable y que ponen a prueba nuestras aptitudes.
la sensación de estar conectados al propio cuerpo, y la capacidad de dirigir sus movimientos (ejs. Danza, juegos, deportes).
desear pasiones lo suficientemente intensas que os impidan centrarnos en vosotros mismos.
vivir una vida positiva de proyectos con significado.
fijarnos metas diversas que den significado a vuestra existencia.
Y ya que lo sabemos….¡vamos! ¿a qué esperamos?, practiquemos sin miedo.
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