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La conquista de la felicidad, según Beltrand Russell

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 28 jun 2014
  • 3 Min. de lectura

Para ser razonablemente feliz hay que pensar de modo adecuado, no dejar completamente de pensar; actuar correcta, inventiva y, si es posible, desinteresadamente.


Son varias las causas de la infelicidad.


Destrucción del entusiasmo natural, de ese apetito de las cosas posibles del que depende toda felicidad.


La vanidad, cuando sobrepasa cierto punto, mata el placer que ofrece toda actividad por sí misma, y conduce a la indiferencia y el hastío.


Adquirir con facilidad cosas por las que sólo sientes un deseo moderado, lleva a la conclusión de que la satisfacción de los deseos no lleva a la felicidad. Una parte indispensable de la felicidad es carecer de algunas de las cosas que se desean.


La excesiva importancia que se da al éxito competitivo como principal fuente de felicidad, en la que sólo el vencedor merece respeto. Cuando el éxito es el único objetivo de la vida, a menos que se le haya enseñado a la persona qué hacer con él después de conseguirlo, el logro deja a la persona presa del aburrimiento.


El aburrimiento es, básicamente, un deseo frustrado de que ocurra algo, no necesariamente agradable; lo contrario es la excitación.


La envidia, es una de las pasiones más universales y arraigadas. Consiste en no ver las cosas como son, sino en relación con otros. La envidia está muy relacionada con la competencia; no envidiamos la buena suerte que consideramos totalmente fuera de nuestro alcance. Quien desee aumentar la felicidad humana debe procurar aumentar la admiración y reducir la envidia. Darse cuenta de las causas de los sentimientos envidiosos es un paso hacia su curación.


El sentimiento de pecado tiene sus raíces en el subconsciente, y hace desdichada a la persona, le hace sentirse inferior. Es perjudicial para la felicidad y la eficiencia, es la falta de armonía entre las diferentes partes de la personalidad.


La manía persecutoria, en su modalidad más extrema es una forma de locura; tiene sus raíces en un concepto exagerado de nuestros propios méritos. Nos resulta imposible ser feliz si sentimos que nos tratan mal. Pero servirá de eficaz preventivo de la manía persecutoria si:


  • Recuerdas que tus motivos no siempre son tan altruistas como te parecen a ti.


  • No sobreestimes tus propios méritos.


  • No esperes quelos demás se interesen por ti tanto como te interesas tú.


  • No creas que la gente piensa tanto en ti como para tener un especial interés en perseguirte.


Miedo a la opinión pública. Casi todo el mundo necesita un entorno amistoso para ser feliz.


Motivos de la felicidad.


El placer de lograr algo requiere que haya dificultades al principio, que hagan dudar del triunfo, aunque al final casi siempre se consiga. Una confianza no excesiva en nuestras facultades es fuente de felicidad; ni demasiado modesto ni engreído.


Un secreto de la felicidad: intereses lo más amplios posibles y tus reacciones (a las cosas y personas que te interesan) sean, en la medida de lo posible, amistosos y no hostiles.


La persistencia en los propósitos es uno de los ingredientes más importantes de la felicidad a largo plazo.


Una de las fuentes de infelicidad (fatiga y tensión nerviosa) es la incapacidad para interesarse por cosas que no tengan importancia práctica en la vida de uno, que no provoquen fatiga emocional/mental. Lo que nos ayuda a mantener el sentido de la proporcionalidad entre los diferentes aspectos de la vida.


Esfuerzo y resignación. Es necesario el justo medio entre el esfuerzo y la resignación.


Quien quiera ser feliz ha de encontrar maneras de hacer frente a las múltiples causas de infelicidad que le asedian.


La persona feliz.


Es la que vive objetivamente, la que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, quien se asegura la felicidad por medio de estos interés y afectos, que, a su vez, la convierten en objeto del interés y el afecto de otros muchos.


Deberíamos evitar las pasiones egocéntricas y adquirir afectos e intereses que impidan que nuestros pensamientos giren perpetuamente en torno a nosotros mismos; quitando mucha variedad a la vida.

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