Una manera diferente de entender la felicidad: FLUIR
- mentestudiosa
- 24 ago 2014
- 4 Min. de lectura
Los estados de “experiencia óptima” son esos momentos en los que uno se siente poseído por un profundo sentimiento de gozo creativo, de concentración activa, de absorción en lo que se está haciendo. Es un estado de conciencia denominado “fluir”.
Elemento clave de una experiencia óptima es que tiene que ser un fin en sí misma, se convierte en algo intrínsecamente gratificante, hacerla es en sí la recompensa; se está prestando atención a la actividad por sí misma, no en las consecuencias. La meta en sí no suele ser lo importante, lo relevante es que enfoca la atención y te involucra en una actividad agradable que puedes lograr.
El flujo es un estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada parece importarles, la realizan por el puro motivo de hacerla, sin importar los costes. Hace que de la alienación se pase a la involucración, el disfrute reemplaza al aburrimiento, la impotencia da paso a la sensación de control.
La experiencia de flujo está justificada en el presente, sin pensar en un hipotético beneficio futuro; así los proyectos auténticos están motivados intrínsecamente, se eligen porque valen por sí mismos, no están motivados por fuerzas externas. Implica la falta de preocupación por perder el control, que es típica en muchas situaciones de la vida normal.
Un obstáculo para experimentar el flujo es el excesivo temor al ridículo; lo mismo que con las personas excesivamente egoístas, pues su conciencia se estructura desde el punto de vista de sus propios fines y no permite nada no conforme con ellos.
Por todo ello, se convierte en crucial que sepamos transformar el trabajo en actividades que produzcan flujo, y aprender la manera de conseguir que las interrelaciones sean más placenteras. Pues crear significado implica traer orden a los contenidos de la mente; integrando las propias acciones en una experiencia unificada de flujo.
Ya que la felicidad no es algo que sucede, ni el resultado de la buena suerte o del azar, ni se puede comprar. No parece depender de los acontecimientos externos, sino de cómo los interpretamos; es una condición vital que cada uno ha de preparar, cultivar y defender individualmente.
El placer es un sentimiento de satisfacción que uno logra cuando la información en la conciencia nos dice que hemos conseguido cumplir con las expectativas controladas por los programas biológicos o por el condicionamiento social. Es un componente importante de la calidad de vida; pero, por sí mismo, no trae la felicidad.
La fenomenología del disfrute tiene componentes fundamentales:
Suele ocurrir cuando nos enfrentamos a tareas que tenemos, al menos, una oportunidad de lograr.
Debemos ser capaces de concentrarnos en lo que hacemos.
La tarea emprendida tiene metas claras y retroalimentación inmediata.
Uno actúa sin esfuerzo con una profunda involucración.
Las experiencias agradables permiten ejercer un sentimiento de control sobre sus acciones.
Desaparece la preocupación por la personalidad.
El sentido del tiempo se altera.
Lo que hace disfrutar no es el sentimiento de tener el control, sino de ejercerlo en situaciones difíciles; pero hay que estar dispuesto a abandonar las rutinas protectoras.
Quizás el paso más difícil para mejorar la calidad de vida consiste en aprender a controlar el cuerpo y sus sentidos.
Por ejemplo, el yoga; es una actividad (el método más antiguo y sistemático) de flujo completamente planificada. Ambas (yoga y flujo) procuran llevar cada vez más arriba los niveles de habilidad en el control de la conciencia; pero buscan resultados opuestos, el flujo intentando fortalecer la personalidad y el yoga abolirla. Pero abandonar la personalidad (con sus instintos, hábitos y deseos) es un acto antinatural que sólo con un control supremo se podría conseguir.
También, las artes marciales son una forma específica de flujo, es un afán por alcanzar el punto en que se puede actuar, sin tener que pararse en pensar o razonar cuáles son los mejores movimientos.
Más que cualquier otra cosa, la calidad de vida depende de: cómo experimentamos el trabajo y de nuestras relaciones con otras personas. Así, si somos capaces de controlar nuestra experiencia interna, seremos capaces de determinar la calidad de nuestra vida; es cerca de lo que podemos estar de ser felices. Puesto que nuestra personalidad está definida principalmente por lo que sucede en estos dos contextos.
Como nota final, unas reglas para desarrollar una “gran” personalidad:
Definir las metas, clarificarlas. Su selección está relacionada con el reconocimiento de los desafíos. Metas y desafíos definen un sistema de acción, y sugieren las habilidades necesarias para actuar dentro de este sistema. Y para desarrollar las habilidades es preciso prestar atención a los resultados de las propias acciones (controlar la retroalimentación).
Sentirse inmerso en la actividad. Involucrarse. Aprendiendo a equilibrar oportunidades para la acción con las habilidades que uno posee. La implicación es facilitada, sobre todo, por la capacidad para concentrarse.
Prestando atención a lo que está sucediendo, a la interacción en vez de preocuparse por la personalidad.
Aprender a disfrutar de la experiencia inmediata. Tener el control de la mente significa que cualquier cosa que suceda puede ser una fuente de regocijo.
Se trata de ser creativos y de alcanzar la genuina calidad de vida.
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