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LOS ORÍGENES DE LA IDEOLOGÍA ANARQUISTA, por Ángel Cappelletti

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 20 dic 2014
  • 3 Min. de lectura
PRIMERA PARTE

El anarquismo, como filosofía social, puede remontarse al taoísmo en China, a los sofistas y cínicos de la Grecia antigua; sus antecedentes inmediatos se podrían encontrar en los inicios de la Revolución Industrial (finales del siglo XVIII) con el socialismo utópico.


Saint-Simón, Owen, Fournier compartían el ideal de un socialismo antiautoritario, libertario. Se infiere que el Estado habrá de disolverse (de forma natural y pacífica) en la sociedad científicamente estructurada y económicamente regida por los trabajadores.


La idea del Falansterio de Fournier supone una comunidad cooperativa y solidaria, se sustituye el principio del lucro por el de placer, y la meta del dominio por la de la creación.


William Godwin admite el poder soberano de la razón sobre las emociones, confían en la indefinida perfectibilidad del ser humano; todos los individuos son iguales entre sí. Todo gobierno constituye un mal, y cuánto menos tengamos de él, mejor. Todo Estado en cuanto concentra en sí determinado poder, tiende a conservarlo y acrecentarlo; de ahí su inevitable función bélica. Todo Estado desea conservar el orden, las cosas tal como están; de ahí su inevitable función opresora y represiva. Para llegar a la sociedad ideal confía en la difusión de las ideas a través de la escuela. El camino es la progresiva descentralización y la instauración de Estados pequeños y de comunidades autónomas.


Aunque, propiamente, el anarquismo, como filosofía social y como ideología, nace en la primera mitad del siglo XX. Su formulación explícita no puede considerarse anterior a Proudhon. Sus principales representantes son Bakunin, Kropotkin, Malatesta.


En el pasado, los marxistas se empeñaron en presentar el anarquismo como una ideología de los pequeños propietarios rurales y de la pequeña burguesía. Pero el anarquismo ha sido y es una de las alternativas ideológicas de la clase obrera. Donde el anarquismo logró influencia decisiva sus huestes estaban mayoritariamente integradas por obreros y campesinos. En España, la clase obrera fue mayoritariamente anarquista entre 1870-1940.


Anarquismo no significa ausencia de orden o de organización. Los pensadores anarquistas opusieron el orden surgido de la actividad humana y del trabajo, al orden impuesto desde fuera por la fuerza física, económica e intelectual.


Casi nadie ha desconocido la necesidad de una organización; pero todos se han pronunciado en contra de cualquier organización artificiosa, impuesta y, sobre todo, vertical. Anarquismo no quiere decir negación de todo poder y de toda autoridad, sólo del poder permanente y de la autoridad instituida; negación del Estado, que representa la máxima concentración del poder.


Los anarquistas aspiran a una sociedad no dividida entre gobernantes y gobernados, donde el poder no sea trascendente/superior al saber y a la capacidad moral e intelectual de cada individuo.


Los anarquistas saben que una revolución que pretenda acabar con las diferencias de clase, sin acabar al mismo tiempo con el poder político y la fuerza del Estado, engendrará una nueva sociedad de clases y una nueva clase dominante. Por ello, insisten en la exigencia de iniciar la liquidación del Estado junto a la demolición de la estructura clasista de la sociedad; la revolución no es la conquista, sino la supresión, del Estado.


El fenómeno básico que da origen a la concentración del poder, de los individuos y grupos, puede describirse como una delegación, que se convierte en cesión definitiva. Es, en términos éticos, una actitud de fundamental pereza o cobardía.


Los anarquistas se han opuesto a la democracia representativa y al parlamentarismo, porque consideran que toda delegación del poder por parte del pueblo lleva a la constitución de un poder separado y dirigido contra el pueblo. Propusieron siempre la democracia directa (en forma de consejos, asambleas comunales, etc.), porque es democracia auténtica y merece el nombre de democracia popular.


Desde un punto de vista positivo conciben la revolución como la toma de la tierra y de los medios de producción, la restitución a los productores, sus legítimos dueños, ya que la han creado.

 
 
 

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