¡¿Por qué tenemos que amargarnos la vida?!
- mentestudiosa
- 20 ene 2015
- 3 Min. de lectura
Cuando nos dejamos atrapar por la depresión, la ansiedad y la obsesión, perdemos la facultad para vivir plenamente. Pero la vida es para disfrutarla: amar, aprender, descubrir, etc.; y eso sólo lo podemos hacer cuando superamos la neurosis (o el miedo, su principal síntoma).
La clave para el cambio está en aprender a pensar de una forma más eficaz. ¿A que cuando nos habituamos a evaluar de forma más exacta, realista y positiva, nuestras emociones se vuelven más serenas?
Adoptamos creencias irracionales (catastróficas, dañinas), que son nuestras grandes enemigas, son exigencias infantiles, inflexibles y poco realistas. Creencias irracionales como: necesito tener a mi lado a alguien que me ame, debo tener un piso en propiedad, más siempre es mejor, etc.
Sí, son preferencias y objetivos legítimos, pero no condiciones indispensables para la felicidad. Aunque para realizar nuestros objetivos es mejor desear moderadamente, adquirir las habilidades necesarias para lograrlos, trabajar bastante y tener un poco de suerte.
Tener una mente sana implica no sostener creencias irracionales de ningún tipo. Convertirnos en personas más sanas y fuertes, que disfruten de la vida ¡pase lo que pase!
También, tenemos sobrevalorado el bien de la comodidad, le asignamos propiedades mágicas que no posee; pero la comodidad viene y va, es inevitable; y su exceso es incompatible con el disfrute activo de la vida.
Y si tenemos presente que la muerte lo relativiza todo, nos permitirá quitarle gravedad a todo; lo cual nos permite vivir con ligereza, que es la manera de afrontar esta vida. Lo importante es disfrutar de la existencia, no de cuánto va a durar. Y es de importancia capital no dejarse vencer por la negatividad, centrándose en lo que se puede hacer, en lo que tenemos y no en las dificultades.
El temor a hacer el ridículo es uno de los miedos principales en nuestra sociedad.
El auténtico origen de la vergüenza es la “necesidad” inventada de mantener cierta imagen positiva basada en logros o capacidades. La vergüenza o miedo al ridículo se sustenta, también, en la creencia irracional de que la aprobación de los demás es algo esencial; la verdad es que no la necesitamos.
Hay que estar convencido que nuestro sistema de valores va más allá de la opinión de los demás, así podremos ser emocionalmente fuertes, para que sus reacciones nos afecten poco.
Porque el estrés nos lo provocamos dándole una exagerada importancia a lo que hacemos, y a lo que supuestamente necesitamos para ser felices. Un objetivo es adquirir la convicción de que no importa demasiado el resultado del trabajo, sino que lo esencial es pasarlo bien, disfrutar de lo que se hace.
Hemos de aprender a aceptar el curso natural de los acontecimientos tal y como suceden, pues tenemos la tendencia a imaginar situaciones ideales, que sólo existen en nuestra mente. Esta falta de aceptación de la realidad es la base de la infelicidad.
Hay que esforzarse por abandonar patrones de pensamiento habituales, y perseverar. Teniendo apertura mental. Pues a las personas no nos gusta cambiar de convicciones, por miedo al cambio.
Como sucede con todos los miedos, la solución no está en enfrentarse a ellos sino en pensar bien, de manera intensa y madura filosóficamente y deja de experimentar temor; pues hay que comprender que no hay nada de que temer.
Una manera de amargarnos la vida es terribilizar por terribilizar, nos enfadamos por cometer un error y le sumamos que nos deprimimos por ello.
Es mejor ser pacientes con nosotros mismos.
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