Hablemos de dignidad
- mentestudiosa
- 12 feb 2015
- 2 Min. de lectura
Hemos aprendido que si decidimos defender nuestros derechos, no ser sumisos, puede que la situación nos produzca ansiedad, desaprobación o culpa.
Pero la defensa de la identidad es un proceso natural y saludable. El amor propio no está reñido con la ética, la amabilidad, la empatía o la consideración por los otros. Ya que cuando exigimos respeto estamos protegiendo nuestra honra y evitando que el yo se debilite.
Dejar constancia de la divergencia y expresar un sentimiento de inconformidad, aunque no genere un cambio inmediato, es un procedimiento que favorece la autoestima y evita la acumulación de rencor en la memoria.
Aunque, para exigir respeto debo empezar por respetarme a mí mismo, debo quererme y reconocerme aquello que me hace particularmente valioso. La dignidad humana, al menos, implica:
No ser instrumento para otros fines distintos a los propios.
Ser autónomo en las propias decisiones.
Ser tratado de acuerdo con tus méritos y no con circunstancias aleatorias (raza, clase social, preferencia sexual, etc.).
No ser abandonado, despreciado o rechazado afectivamente.
Defender la condición humana y autoafirmarse en la asertividad no es alimentar el ego, no consiste en apagar nuestros impulsos naturales en aras a una tolerancia mal entendida, sino cuando se justifica comportarnos de manera sostenida y valiente.
Porque lo que nos impide ser asertivo es: el temor (a parecer torpe, a perder el control, a ser inadecuado, etc.), las creencias irracionales, los malos aprendizajes y la culpa anticipada. Los factores más relevantes del miedo interpersonal son:
La vergüenza de sí mismo.
El miedo a dar una mala impresión y la necesidad de aprobación.
El miedo a sentirse ansioso y a comportarse de manera inapropiada.
La cultura ha creado un estereotipo negativo con respecto al autocuidado psicológico, por miedo a que la vanidad prospere. De un lado está la necesidad de autoafirmarse y del otro el impedimento que marcan las creencias sobre lo que está bien y lo que está mal, el miedo a ser socialmente negligente.
El asertivo es valiente pero en un sentido realista, se enfrenta e intenta dominar al miedo. De una manera saludable “soy valioso, debo aceptar mi esencia”, retando al miedo, asumiendo los riesgos necesarios para vencerlo.
La tolerancia debe ser limitada; bien entendida, más que soportar,
se refiere a respetar, a proteger el derecho a la discrepancia.
Comments