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Una manera de cambiar

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 5 mar 2015
  • 3 Min. de lectura

Uno de los principales enemigos potenciales y reales del ser humano es el pensamiento. Y para cambiar la mente ha de hacer tres cosas: dejar de mentirse a sí misma (realismo), aprender a perder (humildad), y aprender a discriminar cuando se justifica actuar y cuando no (sabiduría).


Porque la mente es perezosa, se autoperpetúa a sí misma, es llevada de su parecer y con una alta propensión al autoengaño.


Cambiar implica pasar de un estado a otro, lo cual hace que inevitablemente el sistema se desorganice para volver a organizarse después, asumiendo otra estructura. Requiere desechar durante un tiempo las señales de seguridad de anteriores esquemas, para adoptar otros comportamientos.


Crecer duele y asusta. La novedad produce dos emociones encontradas: miedo y curiosidad. El miedo a lo desconocido actúa como freno, la curiosidad como incentivo. Aceptar la posibilidad de renovarse implica que la curiosidad como fuerza positiva se imponga.


Ocurre que una vez que las creencias se organizan en la memoria, las defendemos por igual las saludables que las no saludables, las racionales y las irracionales, las correctas y las incorrectas.


Así, cuando la información que llega de la experiencia directa no coincide con las creencias almacenadas, resolvemos el conflicto a favor de estas creencias o esquemas instalados. Se perpetúa la información almacenada; por lo que el cambio real implica modificar muchos factores asociados a la creencia.


La economía mental, que nos mantiene atada a los viejos hábitos, depende de unos mecanismos erróneos, los sesgos:


  • Atencionales. Cuando prestamos atención no lo hacemos de manera objetiva. La atención trabaja al servicio de los esquemas que tenemos. Vemos lo que nos conviene, la información que concuerda con nuestra motivación básica. Pero, la atención debe ver todo, lo bueno y lo malo.

  • De memoria. Nuestros recuerdos no son tan objetivos pues no permanecen inalterables a través de los años, se alteran con la entrada de nuevos datos. Además, recordamos más fácil y mejor aquello que concuerda con nuestros esquemas o creencias.


¿Quieres saber si tu acción es buena o condenable? Pregúntate que ocurriría si todos se comportasen como tú.


Unas pautas para modificar tus pensamientos:


  • Cuando tu comportamiento sea inadecuado o sientas malestar emocional, intenta identificar el pensamiento responsable. Ubícalo en el contexto donde tuvo lugar, el ambiente y el comportamiento manifiesto; es decir, la relación con todo el conjunto de hechos que lo rodean, contextualizado.

  • Cuestiónate; buscando activamente la evidencia que sustenta un pensamiento estás teniendo una actitud valiente.

  • Trata de ver la utilidad del pensamiento, las ventajas y desventajas; te obliga a pensar hacia adelante, a ser práctico, a ver lo absurdo, inútil o peligroso de tus pensamientos.

  • Distraernos con otra actividad (ocio, etc.) cuando los pensamientos negativos se encuentran en nivel moderado, o para prevenir su aparición.


  • Identificar y controlar las distorsiones cognitivas, para ver las cosas como son y disminuir la resistencia al cambio.

  • Identificar y eliminar los malos pensamientos y reemplazarlos por pensamientos más adaptativos, que incluyan optimismo, serenidad y moderación.


El conocimiento te instruye, la sabiduría te transforma. La mayor sabiduría es tomar conciencia del propio déficit, es la “alegría de conocer” y de vivir pese a nuestras limitaciones; es el reposo, pero alegre y libre, en la verdad.


La coherencia y la flexibilidad es la clave de todo crecimiento personal:

intentar ser consecuente pero abierto al cambio.

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