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Unos apuntes sobre el pensamiento libertario. Segunda parte.

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 2 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

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El anarcosindicalismo sigue siendo el principal instrumento de manifestación de la voluntad anticapitalista en el mundo libertario. Exhibe una dimensión práctica, de intervención real en la sociedad. Constituye una defensa contra el sindicalismo estatalizado y sus taras. Y aporta un sugerente proyecto de futuro.


El sindicalismo libertario es tanto más preferible cuanto menos sindicalismo es, y más se abre a tareas dispares. Se trata de romper muchas de las fronteras del mundo del trabajo, pues la actividad estrictamente sindical arrastra taras (ej. obsesión por el salario).


Se trata, también, de mantener un equilibrio entre el grupo social y su territorio. Y de preservar el equilibrio entre los miembros del grupo social, que evite que un incremento de la riqueza favorezca desigualdades entre aquéllos, en detrimento de la cohesión del grupo.

La autogestión promueve la organización de todos, y no una organización por encima de todos. Combina los principios de autonomía y de igualdad. El pluralismo interno, la diversidad de opiniones y el respeto de éstas son vitales.


El pensamiento libertario recalca que no puede generarse la igualdad a través de instrumentos (ej. el Estado) que rezuman, por definición, jerarquía y desigualdad. La descentralización y la autogestión son procedimientos que permiten contrarrestar los efectos de la concentración del poder y de las decisiones que llegan de arriba. Y hay una defensa cabal de la autonomía plena de los individuos y de las instancias que conforman, de la mano de acuerdos libres y voluntarios.


En España, en los inicios del siglo XIX, fueron muchos los méritos del movimiento libertario; entre ellos:

  • Dignificó a la clase obrera.

  • Desplegó un igualitarismo modélico en provecho de los más castigados.

  • Creció sin burocracias internas.

  • Aportó eficaces instrumentos de resistencia y presión.

  • Desplegó audaces iniciativas educativas, laborales, etc.

  • Mostró una formidable capacidad de movilización.

Para los libertarios, el lujo es una fuente insorteable de corrupción, habría que trabajar lo justo para alcanzar la felicidad, y tener una vida cuanto más simple mejor; austeridad y autocontención.


La defensa de muchos de los hábitos, de organización y de relación, de las sociedades primitivas fueron los cimientos de una conciencia ecológica espontánea.


El pensamiento libertario, para hacer frente a la crisis ecológica y sus retos, propone:

  • Decrecer. No tiene sentido aspirar a seguir creciendo ilimitadamente, en un planeta con recursos limitados. Hay que reducir sensiblemente la actividad económica de sectores que están en el origen de la expansión de la huella ecológica. Repartir el trabajo. Recuperación de la vida local. Sobriedad y sencillez voluntarias.

  • Desurbanizar. En los últimos años se ha apostado por una política desruralizadora, perdiéndose elementos de sabiduría popular y formas de organización vitales ante el colapso que se avecina.

  • Destecnologizar.

  • Descomplejizar. Tener una relación mucho más fluida con el medio natural, una vida social más rica.

Ya Bakunin percibía en la creación de las naciones un hecho natural o casi natural, pero subrayaba la necesaria condición universalista e internacionalista del proyecto libertario. Asimismo, el discurso anticolonial ha tenido siempre una presencia consistente en el pensamiento libertario.

El pensamiento libertario concluye que no hay posibilidad alguna de autonomía

y de autogestión dentro del capitalismo; por lógica, se impone salir de este último.

 
 
 

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