Mentir es un esfuerzo
- mentestudiosa
- 22 abr 2015
- 2 Min. de lectura

Nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás. Por lo que nuestra mente debemos entenderla como algo permeable y que se halla en continua interacción con otras mentes.
La sinceridad es la respuesta por defecto del cerebro, transmite todos los estados de ánimo a la musculatura facial, evidenciando de inmediato nuestros sentimientos. Este despliegue emocional es automático e inconsciente; su represión exige un esfuerzo consciente y deliberado.
Nuestra amígdala escruta de manera automática y compulsiva a todas las personas con quienes nos relacionamos para saber si podemos o no confiar en ellas. Está operando de continuo bajo el umbral de la conciencia cumpliendo con una función claramente protectora.
Cuando una persona miente al contestar a una pregunta, su respuesta se inicia un par de segundos después que cuando es sincera. Un retardo debido al esfuerzo que se requiere para: elaborar la mentira, controlar los canales emocionales y físicos a través de los cuales la verdad puede acabar desvelándose.
Es muy frecuente que la tristeza, el disgusto y la culpa o la vergüenza nos hagan bajar la mirada, desviarla y bajarla y desviarla, respectivamente. No podemos, por más que lo intentemos, reprimir todos los signos que revelan nuestras emociones, porque los sentimientos siempre encuentran un camino para expresarse.
Si bien solemos saber lo que ha provocado una determinada emoción, no es infrecuente que nos hallemos en un estado de ánimo sin saber lo que nos ha llevado hasta él. De manera que imitamos la alegría de un rostro sonriente tensando los músculos faciales que esbozan la sonrisa, aun sin ser conscientes de ello.
Las personas que se sienten bien y expresan libremente sus emociones, sus respuestas espontáneas e inmediatas se hallan bien coordinadas. Y cuando mayor es el grado de sincronía inconsciente existente, entre los movimientos y gestos que tienen lugar durante una determinada interacción, más positivamente se siente y recuerda el encuentro.
La mejor coordinación es espontánea y no responde a motivos ocultos ni a la intención consciente de congraciarnos con nadie. Sólo es posible gracias al concurso de la vía inferior, la amígdala, que sólo necesita treinta y tres milisegundos y, en ocasiones, diecisiete para registrar las señales de miedo en el rostro de otra persona.
Así, la capacidad de detectar el engaño resulta tan esencial ara la supervivencia como la capacidad de confiar y cooperar.
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