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Las mentiras

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 7 nov 2015
  • 2 Min. de lectura

¡Nos rodean!, ¡todo el mundo miente!, ¿cuándo sabes que un politico miente?...cuando mueve los labios.

Tampoco hay que ser tan pesimista, ni desconfiado.

En primer lugar habría que precisar que no todas las mentiras son iguales. Podríamos hablar de que existen dos formas fundamentales de mentir: . Ocultar. Retener información sin decir nada que falte a la verdad. Algo que no todos consideran que es mentir. . Falsear. Además de ocultar, presenta información falsa como si fuera cierta.


Otra forma de mentir es reconocer que verazmente la emoción (temor, etc.) existe, pero despistar sobre su origen. Otra manera es decir la verdad de manera retorcida (exagerada, con tono y/o expresión de burla) de tal modo que la víctima no se la crea.

Pero una promesa rota no es una mentira, ni lo son los fallos de la memoria. Porque si no existe un intento deliberado de engañar, tampoco una afirmación falsa no se ha de considerar una mentira. Incluso, una persona puede creer que su falsa explicación es verdadera: por errores de interpretación, o porque tras repetírsela, y con el tiempo, acabe creyéndose su mentira. Están las mentiras piadosas, las corteses; en las cuales no hay deseo de hacer daño.

Lo rotundo es que hay mentira cuando el destinatario de ella no ha pedido ser engañado, y

cuando el que la dice no le ha dado ninguna notificación previa de su intención de mentir.

Quizás nos mienten, o mentimos, porque sabemos de la fragilidad de la memoria, y confiamos en eso para hacerlo.

Comprendemos que dado el volumen excesivo de información a la que nos vemos sometidos, nuestra capacidad de retener lo que nos acontece se ve desbordada y, por ello, por "salud mental", olvidamos detalles e, incluso, el hecho por completo.

Algunas víctimas contribuyen sin querer a que se les engañe; su juicio crítico queda en suspenso y la información contradictoria se obvia. Aplazamos el hecho de tener que enfrentarnos a algo desagradable y en ocasiones lo hacemos siendo "cómplices" con un mentiroso. Así, si colaboramos con la mentira casi siempre salimos mejor parados a corto plazo aunque las consecuencias a largo plazo puedan ser mucho peores.


Yo diria que, a veces, queremos que nos engañen, que colaboramos involuntariamente en la mentira, porque no nos interesa saber la verdad.


Y también hay víctimas que ocultan el hecho de haber sido engañadas para disfrutar por un tiempo de esa inversión de los papeles: ahora es la víctima la que observa cómo el mentiroso sigue urdiendo sus invenciones, sin percatarse de que aquélla sabe que todo lo que dice es falso.


Es seguro que la confianza nos hace vulnerables al engaño, porque se reducen nuestros niveles normales de cautela, y ofrecemos el beneficio de la duda de una forma rutinaria. Aunque creo que la confianza en los demás no sólo es necesaria, también hace que la vida sea más fácil. Ya que una actitud de confianza enriquece más la vida que una actitud suspicaz.

Pues si nunca pudiéramos mentir, la vida resultaría más difícil y mucho más arduo mantener las relaciones.

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