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La nueva educación

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 20 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

Si tienes tiempo para leer “LA NUEVA EDUCACIÓN”, de César Bona, te darás cuenta, probablemente, que en la práctica es posible realizar el aprendizaje de manera diferente. No tan clásica, más participativa y original. Y, seguro, que mejor.


Sus ideas y mensajes, que expongo a continuación, reflejan una manera muy personal de afrontar la enseñanza, de transmitir y de recibir, de ser y de estar. Son cosas sencillas, evidentes; pero que a veces se nos olvidan: empatía y sensibilidad. Y que, también, nos sirven en nuestra rutina diaria y deberíamos fortalecer en nuestra formación.

No podemos olvidar jamás que si queremos enseñar primero tenemos que estar aprendiendo constantemente.


Hay que educar en cooperación y no en competitividad. Respeto, pero también esfuerzo; nada se regala, nada se consigue sin esfuerzo. Educarles para que sean mejores de lo que eran antes.


Se deja de aprender cuando dejas de sentir curiosidad por las cosas que tienes a tu alrededor. Hemos de esforzarnos para estimular esa curiosidad, que debe estar siempre en marcha.


Procurad arrancar cada mañana con una actitud positiva y tolerante. Pues un maestro debe:

  • Invitar al compromiso social de los alumnos: hacerles conscientes de que ellos pueden hacer un mundo mejor.

  • Estimular el respeto al medio y a los seres que lo comparten con nosotros.

  • Tener autoconocimiento. No puedes enseñar a un niño si no te conoces a ti mismo.

  • Estimular cada día la creatividad y la curiosidad, así que ha de ser curioso y creativo.

  • Aprender a gestionar sus emociones y así podrá guiar a los alumnos para que sepan gestionar las suyas.

  • Contagiar actitud. Será ejemplo.

  • Trabajar conjuntamente.

  • Ser un individuo tecnológico.

  • Tener la mente abierta y estar preparado para encontrar cosas maravillosas a su alrededor.


El hecho de enseñar a la gente a hablar en público sirve para que uno pueda expresar sus emociones, compartir sus pensamientos, defender sus argumentos.


Uno está a gusto en un sitio cuando se siente comprometido de verdad con lo que hace. Ir a gusto significa sentirse implicado, conservar la esencia que uno tiene, mantener despierta la curiosidad, sentir que se le escucha.


Tenemos que separarnos de los hechos a los que estamos acostumbrados (aunque nos produzcan cierta felicidad) y mirar las cosas desde cierta perspectiva, para que desaparezca la venda en los ojos que nos impide percibir la realidad.


El respeto no se puede imponer. El respeto, la amistad, el amor salen desde dentro. Nada surgirá si no nos lo ganamos.


Los maestros podemos abrir las vías para que los niños se conviertan en personas plenas, para que construyan su presente y su futuro, que consigan ser resilientes y que esa flexibilidad los transforme en personas más sociales. Facilitarles la vida y no convertirles en meros objetos de evaluación.


No basta sólo con poseer el conocimiento, has de saber compartirlo y llegar a quien te escuche. Porque da igual las carreras que tengas o los idiomas que hables si no sabes respetar a los demás, si no sabes cómo reaccionar ante los estímulos que lanza la sociedad o cómo intentar alcanzar tu propia felicidad.


Debemos fijarnos en lo que tiene éxito con los niños

y aplicarlo sin dudar.

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