top of page

Derechos individuales, deberes sociales

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 28 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

Tras leer el libro “El crepúsculo del deber” de Gilles Lipovetsky, me he animado a recoger una serie de ideas, ahí expuestas, que me han parecido interesantes para colaborar en ilustrar este tema.


Actualmente, nuestra cultura ética tiende a desvalorizar el ideal de abnegación, a la vez que estimula los deseos inmediatos, la pasión del ego, la felicidad intimista y materialista.


Tenemos valores pero no imperativos heroicos. Ya nada en absoluto obliga, ni siquiera a consagrarse a cualquier ideal superior. Lo que está deslegitimado no es el principio de la acción de ayuda, sino el vivir para el prójimo, el ideal de entrega personal.


La idea de sacrificio de sí ya no está socialmente legitimada, la moral ya no exige consagrarse a un fin superior a uno mismo. Eso era antes, cuando se predicaba la entrega personal y el deber no retribuido. Sin duda, ha sido la civilización del bienestar consumista la gran enterradora histórica de la ideología gloriosa del deber.


Otro, importante, efecto de esta neocultura es el individualismo, que gana. Pues, cuanto más se intensifica la dinámica de los derechos individuales, se refuerza un poco más el repliegue sobre sí mismo, la indiferencia individualista, incluso la desconfianza y la hostilidad hacia el otro.


La autonomía moderna de la ética ha elevado a la persona a la categoría de valor central, cada individuo tiene la obligación incondicional de respetar a la humanidad en sí mismo, de no despojarse de su dignidad innata.


No se es más egoísta que en otros tiempos, sino que se expresa sin vergüenza la prioridad individualista de sus elecciones. El altruismo erigido en principio permanente de vida es un valor descafeinado, se ha desculpabilizado el egoísmo y se ha legitimado el derecho a vivir para uno mismo.


El culto al bienestar, a la autonomía y a la expresión, acentúa el deseo de ser tratado como una persona digna de respeto y de consideración en todos los niveles de la existencia privada y profesional, intensifica la exigencia de reconocimiento personal y el rechazo de los signos de humillación en otra época más o menos tolerados.


Se quiere ser considerado como una persona plena y total, que tiene derecho de palabra y de respuesta, derecho al respeto estricto del otro. El discurso del deber individual obligatorio se sustituye, por la cultura basada en la motivación, la responsabilidad, la iniciativa y la participación.


Actualmente, es en lo esencial una actividad dominada por la búsqueda del placer, del dinamismo energético, de la experiencia de uno mismo. Esperamos sensaciones y equilibrio íntimo, valoración de uno mismo y evasión.


A la vez predomina una demanda social de límites justos, de responsabilidad equilibrada, de leyes estrictas aptas para proteger los derechos de cada uno. Queremos el respeto de la ética sin mutilación de nosotros mismos y sin obligación difícil.


Las exigencias relativas a uno mismo se han librado de la retórica y, ahora, se formulan en términos de elecciones de interés, de funcionalidad. Se han transformado los deberes hacia uno mismo en derechos subjetivos, y las máximas obligatorias de la virtud en opciones y consejos técnicos con miras al mayor bienestar de las personas.


El individualismo ha disuelto el ideal de renuncia completa y regular, sólo reconoce la dedicación limitada, principalmente en situación de urgencia, de “vida o muerte”. Esto coincide con una adhesión cada vez más sensible a los valores de libertad privada; todo lo que atenta contra este principio es masivamente rechazado.


Sí, hay una ética de responsabilidad individual, el entusiasmo comunitario es débil, pero el espíritu de equipo en grupos restringidos, basados en la autorregulación interna, el respeto mutuo puede ser real.


Lo grave, a mi juicio, es que la promoción de un individualismo sin freno justifica la reducción de las medidas sociales, la maximización del interés individual.


Aunque, y resulta esperanzador, también se está produciendo una recomposición de la cultura individualista; resurge la necesidad de fijar de nuevo la atención en el futuro. Es, también, una expresión de la protesta contra las alarmantes desviaciones del individualismo desprendido del deber.

¿Sientes que es así?

Comentarios


Posts destacados
Posts recientes
Buscar por Tags
Sigueme
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
Sigueme
  • Blogger Classic
  • Google Classic
  • YouTube Classic

© 2013 Juan A. González

Desarrollado por: D¡ME

bottom of page