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¡¿Qué vemos?! 2ª parte

  • Foto del escritor: mentestudiosa
    mentestudiosa
  • 28 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

Siguiendo con el libro de Stephen L. Mackink y Susana Martínez Conde, “LOS ENGAÑOS DE LA MENTE”, traslado unas cuestiones descriptivas de nuestro sistema visual.


La resolución de nuestro sistema visual es muy pobre, excepto en el centro exacto de nuestra mirada. Cuando miramos a alguien a la cara, nuestros ojos prácticamente se fijan sólo en los ojos de la otra persona. Además, con la edad, se produce una enfermedad que acaba produciendo que se acabe teniendo sobretodo visión periférica.


Las neuronas que se activan en un primer momento, ante un campo visual, sólo detectan rasgos menores como las esquinas, las curvas, etc. Para construir la forma completa se precisan más neuronas y más tiempo; por ejemplo, la percepción de la profundidad es lenta.


Para detectar el borde de una línea, recurrimos a las neuronas de nuestra corteza visual primaria. Sin embargo, para localizar los extremos de una línea, tenemos las llamadas células con inhibición final, las cuales se ajustan para reaccionar ante el final de largos contornos. Pero el tiempo de sus reacciones es diferente, por ello, el cerebro percibe las líneas de orientación mucho más deprisa que el final de las líneas.


Dado que sólo podemos ver una parte en concreto y en un momento dado, es imposible detectar a simple vista los errores pequeños y graduales de la estructura completa. Pues cuando prestamos atención a algo, dejamos de prestarla hacia todo lo que está sucediendo alrededor de esa cosa; es una especie de “visión de túnel”.


Además, cuanto más dura es una tarea más se activa la región central de la atención, y más se inhibe la región periférica. A medida que más esfuerzo pongamos en el centro del foco de atención, más se estará suprimiendo la atención en todas las demás localizaciones.


Porque cuando prestamos atención a una localización concreta del espacio, las neuronas responsables de procesar la información de las regiones periféricas se inhiben.


Puede resultar sorprendente, pero cualquier acción sin un propósito claro resulta anómala y llama la atención. Sin embargo, cuando el propósito nos parece evidente, dejamos de fijarnos en él.


Y si hay más de un movimiento visible lo normal es que, como espectadores, sigamos el movimiento más prolongado y llamativo; puede llegar a reducir considerablemente la percepción de otro estímulo móvil más discreto o más lento.


Si se da el caso que dos acciones sean igualmente llamativas y comienzan de manera simultánea, aquella que detectemos primero será la que capte nuestra atención. No sólo destacará más, sino que la otra acción quedará suprimida por la simple razón de que destacará.


Nuestro cerebro suprime la imagen borrosa e integra pequeños fragmentos de la información recibida en cada fijación para ofrecer a nuestra consciencia visual un relato detallado, y en apariencia estable de la escena visual que se halla entre nosotros. Con la precisión que el efecto de retención de la visión funciona mejor si el objeto es brillante.

Aunque no nos lo parezca, nuestros ojos revolotean

constantemente por el mundo que lo rodea.

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