Las segundas oportunidades

Tenemos la íntima convicción que las segundas oportunidades son buenas por naturaleza, porque nos posibilitarían afrontar las circunstancias en mejores condiciones. Pues damos por supuesto que aprendemos de situaciones anteriores; en definitiva, se basa en que somos observadores conscientes de lo que acontece.

Permíteme que lo ponga en duda.

Admito que no queremos repetir errores que nos perjudican; sencillamente por supervivencia, ya que no nos gusta sufrir. Pero si no hemos estado atentos, incluso analíticos, con la precedente realidad difícilmente habremos aprendido de ella, ni sabremos qué cambiar para no perjudicarse o para mejorar.

Parece que está demostrado científicamente que los recuerdos permanecen, mejor y durante más tiempo, en nuestra memoria si han sido producto de una reflexión o razonamiento. Así que no habría que culpabilizar de todo a nuestra memoria, en el supuesto que no recordemos haber vivido ya algo parecido.

Quizás, lo que nos ocurre es que no queremos cambiar; por pasividad al percibir, por pereza al memorizar, por miedo al cambio, por estas cosas entre otras más. Y de continuar así se producirán terceras, cuartas e infinitas oportunidades fallidas.

Necesitamos esforzarnos para aprovechar las oportunidades, sea la primera o las siguientes. Interiorizando una dinámica no sólo eficaz sino eficiente, que no malgaste nuestros recursos tan comprometidos en otras tareas. ¿Cómo ha de ser esta dinámica?:

• “Automática”, instintiva; basada en la querencia por la adaptación al entorno.

• Sencilla, con fases: observar, reflexionar, concluir.

• Activa, resolutiva, permanente.

Y ¿para qué?, principalmente para:

• Ser más efectivo en nuestros resultados ante la vida y responder mejor a sus retos.

• No caer en la crítica negativa y el pesimismo, que acompañan al fracaso de los intentos

Probando, posiblemente, no “tropezaremos dos veces con la misma piedra”