La seguridad en la vida es como montar en bicicleta
- mentestudiosa
- 25 sept 2016
- 2 Min. de lectura

Al principio, hasta que adquieres cierta soltura, te viene bien contar con un apoyo; alguien que te “sujete”, que esté a tu lado y/o medios técnicos (“ruedines”) que dificulten las caídas. Que te ayude a avanzar hasta que sepas valerte por ti mismo.
Pero a la gran mayoría nos gusta sentirnos independientes, “poderosos” y explorar el camino personalmente, haciéndolo sin la necesidad de tutela. Puede que deseemos compañía en la ruta, pero no para que nos proteja de las circunstancias del viaje.
Lo idóneo es conseguir la suficiente habilidad para emprender el proceso, inacabable, de enfrentarse a la variedad de obstáculos y tipos de entornos que puedas encontrarte.
Claro, cuando transitas por una zona difícil es bueno contar con apoyo alrededor. Y, también, una solución a veces pasa por aprender muevas técnicas y maneras, reflexionando sobre las que usas, que te orienten cómo proceder en terrenos problemáticos.
Pues si te acostumbras, o te enseñan, a una permanente presencia y respaldo a tus acciones acabas convirtiéndote en una persona miedosa, reacia a la soledad y la autonomía. No maduras y continúas dependiendo de otros para evolucionar, temeroso de explorar, ansioso por tener compañía. Y la continua apariencia de asistencia puede llegar a dar, a los demás, una errónea sensación de peligro en la zona y/o de imagen de incompetencia personal.
Posiblemente resulte, en ocasiones, confuso saber en qué momento se puede circular solo. No nos gusta sufrir percances, pero hay que asumir que se darán ocasiones para tener caídas o mayores incidentes; no tienes todos los aspectos bajo tu control y las circunstancias cambian. Porque no podemos vivir en una burbuja que nos proteja y aísle de todo; es imposible.
Se prefiere la vida ordenada y estructurada, tenemos la necesidad básica de sentirnos seguros en el entorno; aunque se disfrute de alguna sorpresa ocasional. Hay que superar esta necesidad para alcanzar el desarrollo de todo lo que uno pueda ser, ampliando horizontes.
Lo importante es levantarse, dejando atrás la ansiedad, aprender el por qué ha ocurrido y seguir adelante. Recuperar tu entereza, puede que afectada temporalmente, y continuar con la confianza que puedes afrontar mejor el futuro, que somos competentes para desenvolvernos en el entorno.
El apoyo de los demás te lo puedes ganar día a día con tus acciones y actitudes, con tu comportamiento para logar el aprecio, incluso el reconocimiento y prestigio. Y así no sentirte débil. Pero no te lo garantiza que alguien te lo conceda formalmente; claro que podría servir para que algunos lo valoren y actúen en consecuencia.
Centrar todo en el dilema de pedir, o no, más seguridad es posiblemente una forma de eludir el tema de fondo que la envuelve:
la convivencia; no individualizada, sí interdependiente.
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