Las propias creencias

Todos tenemos las nuestras. “De siempre” o recientes; inamovibles o flexibles, etc. Son muy diversas.

Pero lo seguro es que nuestras creencias nos limitan. Ponen barreras a lo que pensamos, lo que opinamos… Haciendo que nos creamos en posesión de una verdad incuestionable. Ya que mientras más fuertes sean tus creencias, más estrecho será tu punto de vista.

Esto nos impide observar y admitir que otras alternativas son, al menos, igual de posibles. Y hace que nos encerremos en “nuestro grupo” (el que comparte las creencias), distanciándonos de los demás.

Si llegamos a darnos cuenta de todo ello, puede que queramos romper con ese aislamiento sobrevenido. Basta con abrir nuestro foco de atención, entender que posiblemente no sepamos toda la realidad.

Ábrete a fuentes de información diferentes a la tuya, a consejos sabios; y así estaremos receptivos a revisarlas.

Pues somos responsables de nuestro ambiente inmediato. Ya que nos proyectamos en el ambiente que nos rodea. Nuestro estado de ánimo, la experiencia del pasado, las creencias, las expectativas nos condicionan y guían lo que creemos que está pasando.

Permanece abierto a lo que te rodea, aprecia el momento presente, sin cerrarnos al aprendizaje por anticipado porque etiquetemos ciertas cosas como “incompatibles” a nuestras “infalibles” creencias.

Porque es probable que el paso del tiempo, el cambio de las circunstancias, nos lleve a modificar esos firmes juicios basados en observaciones anteriores. Y, de esta manera, crecer.

Espera lo inesperado y siéntete cómodo con ello. Y no asumas que lo sabes todo, siempre hay otro paso evolutivo esperándote. Y te sentirás genuinamente entusiasmado/a.

Tu responsabilidad general es ser consciente de ti mismo; ya que sólo tú puedes detectar el efecto que las emociones, creencias, pensamientos, etc. están teniendo.

“Cuando cambias tu manera de ver la cosas, las cosas que miras cambiarán”